lunes, 20 de febrero de 2012

the monks: black monk time (1966)



Album: 'Black Monk Time' (1965, Polydor)

Genero: rock n´roll, proto-punk, psicodelia

Componentes: 

Gary Burger (guitarra, vocalista principal). 
Larry Clarke (organ, coros). 
Eddy Shaw (bajo, coros). 
Dave Day (banjo). 
Roger Jhonston (batería, coros).




Principios de los años 60. La sombra de la Gran Guerra aún se cierne sobre el mundo, y Europa, centro geográfico de las discordias post-bélicas, y más en concreto una Alemania partida en dos, estará militarmente supervisada por la omnipresente Pax Americana que intenta poner freno al ansia de expansión soviética en centroeuropa. En la base de Gelnhausen (Alemania) cinco jóvenes yankis allí destinados deciden crear una banda. No son militares por convencimiento, la mili les ha llevado allí y pronto encuentran en la música el refugio de sus complicidades y una buena forma de combatir el hastío cuartelario y de poder tocar en las festejos militares. Todos han mamado la música que venía pegando fuerte desde la década anterior (Elvis Presley, Jerry Lewis, etc) y especialmente la que se estilaba entonces (The Kinks, Beatles, Rolling Stones). En principio deciden llamarse The 5 Torquays, y hacen revisiones de estos clásicos, nombre  sustituido, cuando tienen ya repertorio propio y formación completa, por The Monks (Los Monjes), caracterizándose como tales en los directos, con sotanas y falsa tonsura (calva típica de los frailes). 




Su primer y único album, 'Black Monk Time', editado finalmente por Polydor, vio la luz en Colonia 1965 y era un disco rompedor para el rock de la época, hoy pieza de culto de arqueólogos musicales y melófagos empedernidos. La primera pieza, un potente 'Monk Time' (escuchar abajo) ya da las pistas suficientes de que nos encontramos con un disco cuya propuesta se desmarca visiblemente de los políticamente correcto y la sacrosanta comercialidad que las grandes discográficas venían rastreando sin disimulo a ambos lados del charco. Rock sincopado y minimalista con toques psicodélicos, graves potenciadísimos, feedbacks y baterías casi mecanizadas de caja y bombo sin aéreos. Canciones de entre dos y tres minutos llenas de rabia y desencanto, acompañadas de voces desgarradas, profusión de coros y unas bases de bajo-batería que se pueden considerar visionarias. Guitarras más distorsionadas y agresivas de lo que el decoro del momento entendía como razonable y un inevitable influjo de la psicodelia de la mano del teclista Larry Clarke hacían de los Monjes un combo insólito en la época. 




Las letras hablan de rebeldía, sexo explícito, antimilitarismo (tuvieron que cancelar, en 1967  una gira prevista para Laos Camboya y Vietnam), un crudo escepticismo y efectos de una enorme brecha generacional, elementos todos aplicables a un punk que, como tal, no aparece hasta once años después; además le dan un tamiz burlesco, con vocablos inexistentes intercalados en las letras, en una suerte de guiño a la expresión dadaista de absurdo como denuncia del arte, en este caso del 'no-entendimiento' con una  herencia cultural de la que no se sienten partícipes. La consideración de The Monks como una de las primeras bandas de  proto-punk está más que justificada, haciendo cierta aquella máxima que reza: 'All rock must be punk; all punk must be rock'. 




Probablemente fueron, con los neoyorkinos The Fugs, The Sonics y algún otro grupo, de las pocas propuestas musicales de rock n' roll americano más o menos salvaje surgidas a lo largo de los primeros años  60 que se hicieron con un hueco en una escena alternativa, escasamente comercial por su corte estético y sonoro, con un mensaje que da al traste con el adocenamiento patriotero y pureta de la agresiva USA de Lyndon B. Johnson. Consiguieron escandalizar a la sociedad alemana, donde tuvieron quizás más popularidad que en su país de origen. Como tantos grupos de aquellos tiempos, The Monkeys fueron eclipsados por una beatlemanía y rollingmanía que dejaban prácticamente sepultadas infinidad de propuestas interesantes, como este premonitorio disco, admirado entre otros por Jello Biafra (Dead Kennedys), y, sin duda, precursor de bases rítmicas usadas en creaciones de kraut-rock alemán de finales de los 60 y del punk-rock por venir. Imprescindible.

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