miércoles, 14 de marzo de 2012

la conquista de la luna: realidad o ficción


'Houston, aquí la Base Tranquilidad. 
El aguila ha aterrizado' 
(Neil Armstrong, 1969)

20 de Julio de 1969. Un hecho digno del mejor cine de ciencia ficción es contemplado por algo más de medio millón de atónitos espectadores a través de los rayos catódicos. Un astronauta llamado Neil Armstrong está pasando a los anales de la historia por ser el primer humano que pone el pie en la luna, clavando la inevitable bandera americana y exclamando una memorizada frase, 'Un pequeño paso para el hombre... un gran salto para la humanidad', que permanecerá para el recuerdo y las citas legandarias. Sin embargo hay teorías que, en base a supuestas anomalías, arguyen que todo fue un montaje cinematográfico, alternativa mediática a una misión con serias opciones de fracasar. Esta teoría tomó especialmente fuerza a raíz del estreno, en 1978, de 'Capricorn 1', film dirigido por Peter Hyams que aborda el tema de la NASA al mando una hipotética expedición humana a Marte. Uno de los más conocidos teóricos de la conspiración, Bill Kaysing -quien no era un experto en la materia pese a haber trabajado temporalmente para la NASA, dirigió un documental titulado '¿Qué sucedió en la luna?' que tuvo bastante éxito y, sin duda, contribuyó a la propagación de dichos planteamientos. 


Para comprender los argumentos negacionistas hay que remontarse a  antecedentes principalmente geoestratégicos. EE.UU. y la Unión Soviética mantenían ya desde el final de la 2ª Guerra Mundial una encarnizada pugna por la hegemonía mundial: competían en investigación y desarrollo militar, armas de destrucción masiva, en tecnología nuclear y por supuesto, en la conquista del espacio. Cualquier descubrimiento o hazaña era bienvenido como demostración de fuerza, para gloria patria y denostación de los logros enemigos. Hasta esa noche en que los norteamericanos contemplaron incrédulos la hazaña televisada de Armstrong, Rusia llevaba una evidente ventaja en la llamada 'Guerra de las Galaxias'. Ellos fueron los primeros en poner al hombre en órbita, y fue un 4 de Octubre de 1957, con el mítico Sputnik, un rudimentario artefacto espacial más propio del retrofuturismo de cine b que de la realidad que, no obstante y contra todo pronóstico, consiguió cumplir con su cometido de orbitar la tierra. Esta noticia sería recogida en EE.UU. con no poco recelo, pues dejaba en el cielo un flagrante mensaje de superioridad tecnológica por parte de los odiados comunistas, que tomaban la delantera en avances espaciales a ojos del mundo. Para colmo, el 3 de Noviembre, a tan solo un mes de su primer éxito espacial, los rusos toman de nuevo la iniciativa, lanzando al espacio el Sputnik 2, tripulado únicamente por Laika, desde entonces la perra más famosa de la historia. Era la primera vez que un ser vivo era lanzado al espacio, y las esperanzas de supervivencia del can eran nulas. Efectivamente la perra dejaba de respirar entre cinco y siete horas después de emprender su viaje sin retorno, mucho antes de lo previsto. 


El 6 de diciembre de 1957, tan solo dos meses después del primer éxito enemigo, la NASA lanza al espacio el Vanguard TV3. El fracaso es estrepitoso, y la nave vuelve a caer sobre la lanzadera cuando sólo se había levantado poco más de un metro del suelo. La espectación creada entre la sociedad norteamericana era enorme. 



El 17 de Marzo de 1958 es enviado al espacio desde Cabo Cañaveral el Vanguard I. Esta vez los norteamericanos  consiguen ponerlo en órbita. El 13 de septiembre del siguien año la Lunik 2, también de fabricación soviética consigue alunizar sin tripulación, convirtiéndose en la primera incursión de un vehículo espacial de fabricación humana en la superficie lunar. 

El 12 de abril de 1961, Nikita Jhruschov, presidente de la URSS, anuncia el lanzamiento al espacio del primer humano. El afortunado astronauta se llama Yuri Gagarin, y orbitará a bordo de la nave Vostok 3KA-3 durante algo más de 100 minutos. Los conocimientos del momento sobre los efectos de la ingravidez eran muy limitados, y su tarea consistió basicamente en confirmar los comportamientos fisiológicos y psicológicos del ser humano ante estas condiciones extraordinarias. El riesgo para la vida del cosmonauta es muy elevado, pero finalmente, tras varios imprevistos durante la orbitación y el regreso a tierra, consigue saltar en paracaidas antes de que la cápsula se desintegre a 7 kilometros de la tierra y cae sano y salvo cerca de Engels (Rusia), donde es encontrado por una atónita campesina. 



Este nuevo logro hace que el gobierno americano decida tomar medidas ante la iniciativa soviética, y John F. Kennedy hace un comunicado televisado en que promete concentrar todos los esfuerzos pertinentes para enviar al primer hombre a la luna. No obstante, su todavía irresuelto asesinato  (objeto a su vez de controversias conspiratorias en absoluto descabelladas, según la versión oficial a manos del ex-marine y francotirador Lee Harry Oswald en 1963) dejará sus ambiciosos planes espaciales en manos de su sucesor presidencial, Richard Nixon. La escalada bélica en Vietnam pasa por momentos de gran virulencia, y está en su momento de menor popularidad entre una sociedad cada vez más descreida acerca de la conveniencia de una guerra que, traducida en gastos y pérdidas humanas, es un auténtico despropósito. Desviar la atención de estos tiempos convulsos con historias de pseudo-ciencia-ficción parecía bastante oportuno para los líderes de una nación cuya credibilidad se encontraba en entredicho. Hasta este punto, la tentación del simulacro en caso de error, esto es, del llamado plan b, parece razonable. 

En el año 1967, durante los preparativos finales de la más ambiciosa misión espacial norteamericana hasta el momento, Apolo 1, ocurre un imprevisto. La prueba consistía en crear una atmósfera de oxígeno puro, pero el cortocircuito de un cable provocó un incendio que en esas circunstancias se propagó explosivamente y no tardó en reducir a los tripulantes a un puñado de cenizas. Se reabre tras estos hechos un debate sobre seguridad y  obsolescencia en las expediciones cósmicas, mientras los yankies asumen a duras penas una nueva derrota psicológica.

El debate sobre los medios tecnológicos al alcance del país más desarrollado del mundo también era objeto de controversia, como ya atestiguaran en su día las palabras discordantes de algunos expertos en ingeniería espacial en cuanto a seguridad. Por otra parte, la potencia yanki estaba dispuesta a echar el resto para que esta misión no fuera un nuevo fiasco. Para la ocasión se había ideado -según las teorías conspirativas- un 'plan de escape'  consistente en la grabación de una simulación de alunizaje en unos estudios cinematográficos de Hollywood con todo lujo de detalles. No sólo el temor a que la misión no pudiera llevarse a cabo con éxito, sino la escasa confianza en que la tecnología del momento lo hiciera posible, apremiaban a la elaboración de una 'ficción alternativa'. El desorbitado gasto que conllevaba el ambicioso proyecto, unido al despilfarro en Vietnam no dejaba márgen para el aborto, el fracaso o el ridículo. Los ordenadores utilizados en aquel momento se bloqueaban con demasiada frecuencia, la comunicación, con sistemas también insuficientes, era demasiado intermitente, y no existía la tecnología de posicionamiento vía satélite (gps), por lo que era imposible hacer cálculos fiables sobre el sitio exacto del alunizaje y del aún más improbable aterrizaje. No obstante, estos argumentos, aunque puedan tener cierta consistencia, no resultan determinantes en sí mismos, y los rusos ya habían dejado claro que, pese al amplio margen para el desenlace catastrófico, era posible la orbitación tripulada con los medios de la época. 


Volvemos al 20 de Julio de 1969: la expedición Apolo 11, enviada a esta decisiva y desesperada misión norteamericana está compuesta por el ya mencionado Neil Armstrong, comandante de la misma, y los pilotos Edwin E. Aldrin Jr. y Michael Collins. 


Según las informaciones oficiales el lanzamiento, retransmitido en directo, es un éxito. Los astronautas llegan a su destino, en el sur de Mar de la Tranquilidad, a las 2:56. Seis horas después del alunizaje aparece Armstrong descendiendo por la escalerilla de la aeronave y activa una cámara que será la que grabe las históricas secuencias. Tras tomar unas muestras de la superficie del satélite, verificar la gravedad, instalar un detector de partículas nucleares de origen solar y fotografiar el entorno, la operación resulta un éxito, y regresan a la tierra sin incidentes, consiguiendo amerizar el 28 de Julio, ocho días después de comenzar el periplo espacial. 


Es en estas imágenes captadas por los astronautas en el Mar de la Tranquilidad, aparte de los aspectos geo-estratégicos y hegemónicos ya expuestos y algunas conclusiones finales, donde se evidencian ciertas irregularidades que pueden dar lugar a barajar la idea del fraude. 



Se argumenta que la famosa bandera, clavada por Armstrong, ondea en todo su esplendor, como en tantas ficciones de la cinematografía yanki, imagen elocuente y muy propagandística de no ser porque en un emplazamiento como la superficie lunar, la gravedad no existe y no hay viento ni fuerza alguna que pueda hacer que una bandera ondee. El desmentido oficial de esta teoría consiste en decir que se insertó en la misma una varilla rígida de tal modo que quedase extendida, como si estuviera ondeando, con el fin de que quedara bien claro al mundo cual era la nación que hizo posible la proeza. 



Otro detalle motivo de controversia es el hecho de que las sombras -generadas por nave, dispositivos y tripulantes en las filmaciones activadas por Armstrong- no son paralelas, lo que significa que no había una única fuente de luz durante dicha grabación, cuando en principio en la luna no hay más fuentes de luz que la emitida por el sol. También ha sido negado este argumento, pues las leyes físicas aplicadas demuestran que, en determinadas circunstancias y sobre superficies irregulares, las sombras generadas pueden producir fácilmente el efecto óptico de no ser paralelas. 

La ausencia de estrellas durante la grabación es otro indicio que movió a la sospecha de que la misión había fracasado y que todo era un burdo montaje. La NASA explicaba este hecho por el uso de cámaras especiales debido al alto efecto reflectante de la superficie lunar y del traje de los astronautas, en realidad así diseñado por cuestiones térmicas y no estéticas. También levantó cierto escepticismo el hecho de que en alguna foto se vea a uno de los tripulantes cuya imagen, estando en una zona totalmente sombreada, se ve completamente nítida e iluminada. 

Existen también otros aspectos sospechosos, la mayoría desmentidos, como pisadas que permanecen en el tiempo, pese a ser un suelo sin humedad donde no tendrían por qué quedar marcadas, o también acerca de captación de imágenes con 'encuadres imposibles'. 



Otro de los argumentos de la teoría conspirativa relativos al plan b afirma que las imágenes falsificadas en el estudio estaban grabadas con una velocidad seis veces inferior para ralentizar los movimientos y dar una impresión más creíble de ingravidez en los movimientos de los tripulantes, pero posteriores reproducciones de las imagenes seis veces más rápido invalidaron este argumento. 



Los astronautas de las expediciones Apolo -siete realizadas entre 1969 y 1972 y tres canceladas- trajeron como souvenirs casi 400 kilogramos de roca lunar. Las teorías conspirativas arguyen que estos estratos se pueden conseguir mezclando minerales presentes en la tierra, aunque se ha demostrado que no en todos los casos es así, y algunas muestras se han verificado idénticas a las recogidas en las expediciones soviéticas. 

Los técnicos e ingenieros espaciales rusos, quizás los únicos capacitados para localizar anomalías al respecto y un gobierno soviético que no dudaría en denunciar como fraudulente la misión del Apolo XI si tuviera sospechas fehacientes de ello, se mantuvieron en silencio. Otro argumento utilizado es que no hemos vuelto a ver imágenes de hombres caminando sobre la luna. Evidentemente, a la luna se ha llegado en numerosas ocasiones, en naves tripuladas y no tripuladas, hay sondas espaciales que registran sus coordenadas y existen muestras de su superficie, lo cual no deja de hacer sospechoso que en los próximos cuarenta años, con unos sorprendentes avances en astronomía y tecnología espacial, no hayamos vuelto a ver en televisión unas imágenes de seres humanos con escafandras sobre la superficie del satélite terrestre.  

La más delirante de las teorías conspiratorias habla de que Armstrong y los suyos sí llegaron a la luna, pero lo visto allí (con alienígenas y OVNIs incluidos) tenía que ser ocultado a toda costa, por lo que el estado, asesorado por los servicios de inteligencia, optó por lavar el cerebro a los tripulantes para evitar que desvelaran o siquiera recordaran todo lo que vieron, que pasó a ser información clasificada. Previamente se les habría puesto en cuarentena al llegar a tierra para evitar posibles contagios contraídos tras el contacto con criaturas extraterrestres

Son varios los aspectos que, a priori, hacen atractiva y en cierto modo, plausible esta teoría conspiratoria (o al menos algunos de sus aspectos), aunque también lo son muchas de sus refutaciones. Nosotros nos vamos a limitar a dejar abierto un debate que lleva abierto desde entonces y que, es sin duda, apasionante, sin dejar de resaltar que las conspiraciones y los fraudes a nivel estatal, no por improbables no merezcan ser planteados siempre que haya el más mínimo hueco para la duda, algo que precisamente el gobierno norteamericano ha propiciado con sus actuaciones y, sobre todo con sus silencios, en no pocas ocasiones...

por si os sabe a poco adjuntamos un par de documentales a favor de las teorías negacionistas (fraude en la luna) y otro de los Cazadores de Mitos donde echan por tierra algunos de sus argumentos con demostraciones de campo.




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