sábado, 18 de febrero de 2012

diógenes de sinope

'un pensamiento original vale mil citas insignificantes'

El mal llamado "Síndrome de Diógenes" es una patología mental que conduce a los que la padece -generalmente ancianos solitarios de entornos urbanos- a la acumulación sistemática de basura y objetos inútiles, que lleva a un aislamiento social cada vez mayor y a comportamientos misántropos. El nombre viene de un tipo llamado Diógenes, proveniente de Sinope, en Asia Menor (actual Turquía), uno de los pensadores más provocadores y controvertidos de la historia de la filosofía clásica. Sus datos biográficos y numerosas anécdotas provienen de escritos ajenos, en ocasiones de segunda y tercera mano, muchos de ellos escritos tras su fallecimiento. 



El pequeño Diógenes venía al mundo entre los años 413 y 400 a.C. y, cosas del destino, era hijo de un banquero, llamado Hicesias. Siendo un mozo, Diógenes tuvo una revelación vital. Tras la consulta a un oráculo obtuvo, a modo de enigmática respuesta: "Invalidar la moneda en curso", lo que nuestro protagonista interpretó como clave para alguna de estas misiones: falsificación de monedas, cambio en las leyes o trasgresión de valores. Dada la profesión de su padre parecía clara la opción, y se decantó, con su complicidad, por la falsificación de moneda. No tardarían en ser sorprendidos, lo que condujo al joven Diógenes a la ignominia y el destierro de Sinope. Su irónica  respuesta por parte de sus paisanos fue: "Ellos me condenan a mí a irme y yo a ellos a quedarse".

Tras el exilio forzoso se dedicó a vagabundear por Esparta, Corinto y Atenas, epicentro de la cultura griega, donde se hizo discípulo del maestro cínico Anístenes. El cinismo era una corriente filosófica que, a grandes rasgos, considera que la forma de vida (acción) va ligada inseparablemente a la forma de pensar (filosofía). Entre sus representantes encontramos a pensadores de distinto pelaje, entre los que  destacaron el propio Anístenes o Crates de Tebas. También el filósofo Diógenes Laercio, a menudo confundido con nuestro personaje, perteneció a dicha escuela durante el siglo III d.C.. Las fuentes biográficas más fiables de nuestro protagonista fueron, de hecho, las Vidas, Opiniones y Sentencias de los Filósofos más Ilustres, escrito por Laercio siglos después.



Tras su decisión de adherirse a esta vertiente del pensamiento comenzó a hacer de la austeridad y el desapego su modus vivendi. Desde sus primeras andaduras por la capital ya dio muestras de un comportamiento no precisamente convencional que le hizo adquirir cierta notoriedad y granjearse la popularidad entre la sociedad ateniense. Platón dijo de él en una ocasión que era una especie de Sócrates enajenado.

Radicalizó su afilado uso de la lengua, su actitud hiper-crítica ante el sinsentido y su denuncia contra la hipocresía que imperaba en las relaciones sociales y familiares de las gentes de su tiempo. Se consideraba un cosmopolita, un ciudadano del mundo, un apátrida desencantado, habitante de todos los sitios y de ninguno. Poco a poco se fue despojando de todo bien material y comodidades "superfluas", como ocurriera con su escudilla, de la que se deshizo tras ver a un muchacho beber agua en el hueco de las manos.

Varios escritos del de Sinope elogiaban a los perros y su lealtad en contraposición al interesado ser humano. De hecho a él y a los suyos también se les llamaba perros ("cínico" proviene de "kynikos", forma adjetival de "kyos" - "perro" en griego) en consonancia con su peculiar forma de vida, su afanosa búsqueda radical de libertad y su desvergüenza. Suya es la frase 'Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro', erróneamente atribuida en algunos sitios de la red a Groucho Marx, quien,probablemente,la utilizaría en alguna ocasión.

Su popularidad llegó a las altas esferas de la sociedad ateniense, y cuentan que en una ocasión se topó con el mismísimo Alejandro Magno, que le ofreció la concesión de un deseo, a lo que nuestro amigo contestó: "Apártate a un lado, que me quitas el sol".
Pero su desarraigada vida de indigencia auto-impuesta y meditación, lejos de la laxitud, exigía un duro entrenamiento (ascesis) de cuerpo y mente para conseguir la resistencia en la búsqueda de la impasibilidad y la más extrema autosuficiencia. Dicen que solía revolcarse en verano en la tierra ardiente y en invierno que se le veía abrazado a estatuas cubiertas de nieve.
Escribió algunos libros de sentencias y aforismos, hoy perdidos, aunque lo más destacable de su obra fue su propia vida y por ello entre los datos conservados predominan las anécdotas y no los escritos: pensamiento plasmado en acción, fin último de la filosofía cínica.
En una ocasión, mientras observaba cómo unos monjes custodios conducían a uno que había robado una vasija del templo, comentó: "Los ladrones grandes llevan preso al pequeño". Escribió, entre otras cosas, a favor del incesto y el canibalismo.
Acostumbraba a hacer sus necesidades, en su más amplio sentido, en plena vía pública, alegando que si comer en la plaza no era absurdo por qué iba a serlo hacer otro tipo de necesidades tan apremiantes o más. Cuentan que solía masturbarse en público bajo la atónita mirada de los presentes. En cierta ocasión en que fue sorprendido "desfogandose" a vista de todos, contestó con sarcasmo: "Ojalá pudiera saciar el hambre con igual facilidad, sólo frotándome el estomago". 

En otra ocasión un rico le invitó a entrar en su lujosa mansión, advirtiéndole que no se le ocurriera escupir en el suelo, a lo que nuestro imprevisible amigo respondió con un escupitajo en la cara del anfitrión, justificándose en el hecho de que no había encontrado un lugar más inmundo para hacerlo.



Según cuenta él mismo en sus cartas, encargó a un tipo la construcción de una humilde choza en la que cobijarse pero, ante la tardanza en realizar su cometido, Diógenes decidió alojarse en un tonel, hecho más destacable en la mayor parte de sus biografías, y seguramente el motivo principal de que se asignara su nombre a un síndrome mental que nada tiene que ver con su pensamiento.

A un tipo que le reprendió: "Te dedicas a la filosofía y nada sabes" le respondió: "Aspiro a saber y eso es justamente la filosofía".
Diógenes fue, ante todo, un personaje mordaz: despotricaba contra la famosa Escuela de Euclides, decía que los diálogos de Platón no eran más que una pérdida de tiempo, y a los líderes políticos los denominaba "esclavos del populacho". Repetía a menudo que "hay que tener cordura para vivir o cuerda para ahorcarse". Reprochaba a todos aquellos que, elogiando a los virtuosos por su desapego del dinero, envidiaban al rico. También se sorprendía  de que los esclavos no robaran alimentos a sus señores, siendo testigos de sus suntuosos banquetes. En otra ocasión gritó: "¡Hombres, a mí!, y al acercarse algunos curiosos les recibió a garrotazos increpándoles: "Hombres, he dicho. No basura". Acostumbraba a ir con un candil buscando nada menos que al hombre entre la muchedumbre.
Un día que se encontraba pidiendo limosna a una estatua, un viandante le advirtió de dicho despropósito, a lo que Diógenes respodió: "Me entreno para el fracaso""¿Por qué –le cuestionaban en cierta ocasión– la gente da dinero a los mendigos y no a los filósofos?" "Porque piensan que algún día el destino les puede deparar acabar convertidos en ciegos o inválidos, pero filósofos jamás". En un banquete algunos comensales le echaron los huesos de los restos como si de un perro se tratase, y Diógenes, haciendo alarde de su calidad de tal se orinó allí mismo.

Viendo al hijo de una meretriz que tiraba una piedra a la gente, le dijo: "Ten cuidado, no vayas a darle a tu padre". Cuando le echaban en cara que bebía en la taberna, respondió: "Y en la barbería me corto el pelo".


Sobre su muerte en el 323 a.C. también circulan anécdotas y teorías varias. La teoría más 'romántica' e improbable afirma que murió por propia voluntad, suicidándose mediante la contención de la respiración, dueño así de su destino y de su propia muerte. También circula que fue por un cólico provocado por ingerir un pulpo vivo. Otros dicen que falleció por infección de heridas causadas por el ataque de un perro. Dicen escritos varios que en alguna ocasión se le oía exclamar: 'Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado'.
En cualquier caso, este apasionante personaje, disidente de todo, escéptico a ultranza y provocador nato ha trascendido al paso de los siglos como un marginal del pensamiento y la filosofía y un  crítico incorruptible de un mundo y una sociedad de la que nunca quiso formar parte. Genio para unos y desquiciado para otros, Diógenes sólo era un hombre con la personalidad y la intuición suficiente no sólo para alejarse de los caminos concurridos sino para replantear con sus hechos unos dogmáticos valores éticos, políticos y religiosos de adocenamiento, cortocircuitando la inercia que conduce al conformismo y al falso bienestar y denunciando sin rodeos esta gran farsa tragicómica.

"cuando estoy entre locos me hago el loco"
[madrid, 3 de Agosto de 2oo8]

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